Hemos entrado en el apartamento donde la fiesta ya sacaba llamas. Una habitación llena de gente desconocida, cubierta en una nube de humo.
Al cabo de 2 minutos oímos 3 voces gruesas y conocidas gritando nuestros nombres. Eran Marcos, Juan y Hugo los que faltaban de nuestro grupo. Encogidos por la atmosfera de la fiesta, decidimos beber unas cuantas copas juntos.
la música resonaba en todas las paredes y hacía un juego entre los clásicos remixes que oyes dentro de un club y la de los de negros de América que rappean mejor que cualquier otra persona. En medio de habitación había un hueco de muebles que representaba una pista de baile improvisada para la diversión de los invitatdos.
Con el alcohol corriendo por la venas, inavadiendo el corazón y despistando el cerebro los tres empezamos a bailar con los chicos y la verdad es que hacía mucho tiempo que ya no los veíamos sólo como a unos amigos. Yo bailba lascivamente con Hugo, una sonrisa larga me cubria la cara, los ojos estaban cerrados y la sensación era mucho más intensa por culpa de la habitación que daba vueltas y las personas que se movían aumentando mi mareo. En el primer momento después de abrir los ojos vi a Elena y a María bailando de la misma manera que yo lo hacía, con Marco y Juan.
Aunque ninguna de nosotras tiene la memoria totalmente completa recordamos que fue uno de los mejores momentos que hemos vivido, después de tantos años en espera.
Golpeadas cada vez por el friendzone hemos conseguido liarnos con los chicos que más nos gustan, uno de los deseos más ardientes que cubrian nuestros corazones. Fue la mejor fiesta a la que hemos asistado hasta hoy día.
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