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La belleza del atardecer cautivaba nuestras miradas. En una ráfaga de viento, una mariposa extendió sus alas achacosas. Se posó en una flor cobriza en la luz exangüe. Volando con sus alas semejantes a dos piezas de terciopelo, se asomaban innumerables colores y diseños, como un bordado maestro. Gozando de las últimas rayas de sol, el ser emprende el vuelo, exponiendo de nuevo sus majestuosos movimientos, desapareciendo de nuestras vistas. Una brisa acariciaba los árboles mientras que el sol

...continue reading "La belleza del atardecer"

Os propongo para la lectura este fragmento de la novela de Ramón J. Sender "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre". El autor propone una curiosa sucesión de fatalidades ocurridas en el trópico.

arcabuzazo - disparo de arcabuz  ...continue reading "¿Quén es el más fuerte?"

En el parque Cismigiu de Bucarest hay un árbol que es eterno. Digo esto porque  Cismgiu es el parque de mi infancia. Este árbol está alli desde hace años y es como antes, idéntico. Muchas cosas cambian pero este árbol no. Está cerca del lago y del parque de los perros. ...continue reading "El árbol del tiempo"

fashion-rules_1En rumano hay un dicho: "La ropa hace al hombre.". Yo creo en este dicho porque la primera impresión que nos hace una persona es su manera de vestirse. Cada uno de nosotros ha juzgado a una persona así. Y sí, la manera de vestirnos dice algo sobre nosotros.
Fashion design es arte. Te puedes inspirar tu estilo pero nunca podrás llevarlo como tal porque es arte y el arte es para admirar, puedes hacer un espectáculo de buena calidad pero nunca llevarlo como tal. El fashion nos inspira a todos aunque no nos damos cuenta. Por eso es que desaparecieron esos vestidos largos con crinolina y los trajes con sombreros altos y todo eso.

El primer designer fue Charles Frederick Worth. Mr. Worth empezó a cambiar los vestidos a su gusto, y de 1860 hasta hoy en día el fashion sigue cambiando. Ahora es mucho más complicado por que en fashion todo cambia rápidamente. No hay tiempo para respirar.

Todos compramos ropa, y siempre hay que traer algo nuevo pero también de buen gusto. Había dicho en un artículo anterior sobre el trabajo de un fashion designer así que no insisto en eso sino en la importancía de la ropa para nosotros y cuánto ha cambiado desde el primer designer hasta hoy.
Fashion rules y nosotros cambiamos de estilo.

Besos y abrazos,
Adela

de la misma autora El cuerpo humanoUn día maravilloso en el parqueThe golden fantasyEl sueño de ser fashion designer,

Un día en Bucarest: Don Quijote ''Transformers''

img_7246img_7247img_7259        Un día de miércoles, en la clase de español, nuestro grupo fue al Parque de la Opera para observar la naturaleza.

En nuestra "aventura'' encontramos un pequeñito amigo, una tortuga. Después de sacar las fotos con el nuevo compañero, le ayudamos a llegar a su casa, en el lago del parque.

        Antes de llegar a la Opera, estuvimos al lado de la FACULTAD DE DERECHO. Allí ''nos esperó'' un guarda muy especial, Don Quijote ''Transformers''. Es una maqueta de componentes de coche muy bien realizada.

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The golden fantasy/La fantasía de oro

Se ve preciosa cubierta de oro. El oro la hace brillar, pero ¡ojo!. porque el oro verdadero es del alma y se manifiesta hacia el exterior. A mí me gusta pensar que el alma está hecha de oro porque todos somos distintos, cada uno es único a su manera. ...continue reading "The golden fantasy/La fantasía de oro"

The Raven El Cuervo/Corbul: Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe
(Boston, 1809 - Baltimore, 1849)

El cuervo
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!
Corbul: traducere de Petre Solomon

Într-un miez de noapte crîncen, pe cînd - ostenit şi lînced -
Meditam peste vechi tomuri - o, uitat e tîlcul lor! -
Mi-a părut, ca-n vis, că bate cineva la uşă: „Poate
E vreun oaspe ce se-abate pe la mine-ntîmplător,
Da, un oaspe care bate-n uşa mea, încetişor."
Mi-am şoptit, încrezător.

Gîndul, vai, mă mai petrece spre acel Dechemvre rece
Cînd tăciunii păreau stafii alungite pe covor.
Zorii-i aşteptam cu sete: nici un tom vreun leac nu-mi dete
Ca să uit de moartea fetei, căreia-i spuneau Lenore
Înşişi îngerii - frumoasa, luminoasa mea Lenore,
Dusă-n vecii vecilor!

Purpuriile perdele, cu foşninde catifele,
Mă făceau, ca niciodată, în adînc să mă-nfior,
Încît repetam într-una, pentru-a potoli furtuna
Inimii, zvîcnind nebună: „E vreun oaspe doritor
Să-l primesc la mine-n casă, - vreun prieten trecător.
De ce-aş fi bănuitor?"

Cînd mi-am mai venit în fire, spus-am fără şovăire:
„Domnule, sau poate Doamnă, să mă ierţi, eu te implor:
Somnul îmi dădea tîrcoale, cînd bătaia dumitale
Se-auzi, atît de moale şi atît de-nşelător,
C-am crezut că mi se pare..." Şi-am deschis, netemător,
Beznei ce pîndea-n pridvor.

Uluit ca de-o minune, am scrutat acea genune,
Plin de vise cum n-aş crede c-a visat vreun muritor,
Însă liniştea cumplită a rămas, ca-nmărmurită.
Doar o vorbă-abia şoptită se-auzi prin ea: LENORE,
Iar ecoul îmi întoarse şoapta stranie LENORE -
Ce se stinse-ncetişor.

Întorcîndu-mă-n odaie, mistuit ca de-o văpaie,
Auzii că bate iarăşi, parcă mai stăruitor.
„Ale-oblonului zăbrele sînt de vină, numai ele!
Ia să văd, şi tainei grele adîncimea să-i măsor,
Liniştindu-mi pentru-o clipă sufletul fremătător....
E doar vîntul, vuitor."

Am deschis oblonu-n pripă şi, cu foşnet de aripă,
Un corb falnic din vechimea sfîntă, a intrat în zbor
Şi, de mine făr' să-i pese, cu-aerul unei crăiese
Sau al unui crai, purcese şi se-opri, impunător,
Pe un bust al zeei Pallas, aşezat peste uşcior, -
Şi rămase - negru nor.

Pasărea abanosie-mi smulse din stenahorie
Tristul suflet, ce surîse văzînd chipul gînditor:
„Deşi creasta ţi-este cheală, tu eşti plin de îndrăzneală,
Corb cumplit din vremi de fală, - spune-mi, ce nume sonor
Ţi s-a dat pe Ţărmul Nopţii, corbule rătăcitor?"
Corbul spuse: NEVERMORE.

M-a uimit peste măsură ăst cuvînt la cobe-n gură
Deşi nu prea avea noimă, - însă cărui muritor
I-a fost dat vreodat' să vadă cum o pasăre - de pradă
Sau de rînd - vine să şadă peste-al uşii lui uşcior,
Pe un bust al zeei Pallas şi, cu glas croncănitor,
Îi răspunde NEVERMORE?

Proţăpit pe-acea statuie, doar atît putea să spuie,
Sufletul parcă turnîndu-şi în cuvîntul izbitor.
Alte vorbe nu-i ieşiră. Penele-i încremeniră.
Atunci buzele-mi şoptiră: „Va pleca şi el în zori,
Ca atîţia alţi prieteni şi nădejdi de viitor."
Corbul spuse: NEVERMORE!

Uluit de potriveală, mi-am zis: „Fără îndoială
C-a deprins această vorbă auzind vreun bocitor
Care, urgisit de soartă, şi-a jelit nădejdea moartă
Pînă cînd, cu vocea spartă, a ajuns, răzbit de dor,
Să repete în neştire un refren apăsător -
Trista vorbă NEVERMORE!"

Cum a corbului vedere încă-mi mai făcea plăcere,
Mi-am tras jilţul lingă uşă, chiar sub bustul sclipitor.
Cufundat în catifele şi în gîndurile mele,
Încercai să aflu-n ele ce vrea corbul cobitor -
Pasărea aceasta sumbră, care croncăne de zor
Numai vorba NEVERMORE?

Chinuit de întrebare, căutam o dezlegare
Sub ai cobei ochi de pară, mistuit de focul lor.
Stînd cu capul dat pe spate, pradă perinei bogate
Cu luciri catifelate, îmi spuneam încetişor,
Că EA n-o să mai dezmierde perina cu-al ei căpşor
Niciodată, NEVERMORE!

Îmi păru că-n aer suie o mireasmă de căţuie
Clătinată de arhangheli - călcau parcă pe covor!
Şi strigai: „Nenorocite! Prin heruvi, Domnu-ţi trimite
Vrăjile-ndelung rîvnite ca să uiţi de-a ta Lenore!
Soarbe vrăjile acestea, ca să uiţi de-a ta Lenore !
Corbul spuse: NEVERMORE!

Diavole, sau zburătoare! dar proroc, pe cît se pare,
Iadul te-a trimis, ori vîntul, pe-acest ţărm îngrozitor,
În chilia mea pustie, unde Groaza-i pururi vie,
Deşi-o rabd cu semeţie,- spune-mi, dară, te implor,
Oare-n Galaad se află vreun balsam vindecător?"
Corbul spuse: NEVERMORE!

„Diavole, sau zburătoare! dar proroc, pe cît se pare,
Te conjur pe Dumnezeul nostru drag, al tuturor:
Inima-mi avea-va parte, în Edenul de departe,
Să îmbrăţişeze-n moarte pe sfinţita-n veci Lenore, -
Pe-acea fată care poartă numele-ngeresc Lenore?"
Corbul spuse: NEVERMORE!

„Corb sau demon! Piei odată cu-a ta vorbă blestemată!
Te întoarce în Tărîmul Nopţii, înspăimîntător!
Să nu-ţi uiţi vreo pană-n casă, mărturie mincinoasă
Ca şi vorba ta! Mă lasă! Singur să rămîn mi-e dor!
Ia-ţi din inima mea pliscul lung şi rău-prevestitor!"
Corbul spuse: NEVERMOREI

Şi de-atunci, stă ca o stană, făr' să-şi mişte nici o pană,
Pe-albul bust al zeei Pallas, aşezat peste uşcior.
Cu-ai săi ochi ce scînteiază, pare-un demon ce visează,
Cînd a lămpii mele rază-i zvîrle umbra pe covor.
Şi, legat de-această umbră, nu se mai avîntă-n zbor
Al meu suflet, NEVERMORE!