El hombre primitivo tenía un respeto tan supersticioso por las imágenes que si alguien le hacía una fotografía creían que le robaba el alma. Era como si cualquier hombre que tenía un teléfono podía robar un pedazo de él.
El selfie, desde la perspectiva del hombre primitivo representaba el acto por el cual una persona se robaba el alma a sí misma.
La nanotechonología ha logrado que millones de personas lleven un purgatorio portátil en el bolsillo, al tener tantas almas prisoneras en la memoria del teléfono.
Leído, Andreea.