por Matei Capotă, XI C
Corría por las calles como un loco, estaba muy nervioso, pero también triste. No sabía qué hacer. Al mismo tiempo intentaba buscar un lugar para esconderme, pero no es fácil esconder un cuerpo de dos metros de altura.
Grité, pero nadie me podía oír; todo el mundo había desaparecido. Yo no lo veía, pero sentía la tierra moviéndose cada vez que pisaba.
Encontré un casa abierta y entré en ella. Estaba tan fatigado que ni podía pensar. Me tiré en la cama y empecé a roncar. Cuando desperté, el dinosaurio me miraba como se mira un mosquito antes de matarlo; me desmayé.
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.