Los juguetes viejos
Tardé bastante tiempo en ir a la escuela. De chico tomé un golpe en una rodilla y no sé si por el tratamiento del curandero, que me aplicó únicamente emplastos de harina y de vino, o por qué, el caso es que padecí, durante bastante tiempo, una artritis muy larga y dolorosa.
Quizá por esto me crié enfermizo, y el médico aconsejó a mi madre que no me llevara a la escuela. Mi infancia fue muy solitaria. Tenía, para divertirme, unos juguetes viejos que habían pertenecido a mi madre y a mi tío. Estos juguetes, que pasan de generación en generación, tienen un aspecto muy triste. El Arca de Noé de mi tío Juan era un arca melacólica; a un caballo le faltaba una pata; a un elefante, la trompa; al gallo, la cresta. Era un Arca de Noé que más parecía un cuartel de inválidos.
(fragmento de "Las inquietudes de Shanti Andía" de Pío Baroja)
Los juguetes viejos, tirados en el desván, pueden despertar recuerdos de la infancia. Un juguete roto - un caballo sin una pata, un elefante sin trompa, un gallo sin cresta- podría inspirar un relato. El soldadito de plomo, al que le faltaba una pierna, inspiró el cuento del soldadito de plomo de Hans Christian Andersen.
Si tienes algún juguete viejo, podrías hacer un relato y enviármelo para que lo publique en el blog.