por Roberta Marin (texto traducido por Ingrid)
La miraba. Estaba tan hermosa con sus dos trenzas. Se parecía a su mamá que estaba sentada cerca de ella cuidándola para que no se hiciera daño. Parecía el ángel de la guarda para la niña porque las madres son unos ángeles para sus hijos. Las dos me hacían recordar a mis niñas, a mi esposa y a mis hijas. Las extrañaba tanto. A mi esposa la conocía desde que era como la niña que estaba frente a mi. Viviamos cerca, y nuestros padres se conocían desde hacía mucho tiempo. ( Tengo un diario en el cual escribía cosas cuando era adolescente. Lo abrí, porque la memoria ya no me ayudaba más. Me quedé mirando la bola de cristal llamado diario ). Cuando nos encontrábamos en las fiestas, en Navidades celebradas por nuestros padres, la miraba como si fuera una princesa. En realidad, ella era una princesa, teniendo siempre vestidos rosas o rojos. Fue la primera mujer en mi vida, y la única. La amo desde que tenía seis años. Jugábamos juntos, yo era el principe y ella la princesa. Siempre me decía " No vas a ser nunca el rey en este juego, porque un príncipe no puede convertirse en rey sin una reina", pero ella no sabía que no era un juego...
Después, cuando crecimos los dos y ya éramos adolescentes, siempre pensaba en ella, aunque había muchas chicas a mi alrededor. Ahora era diferente, tenía diecíséís años y ya no era como en esos tiempos cuando sólo jugábamos con las muñecas. Ahora jugábamos con los sentimientos. Y jugar con los sentimientos significa operar sin anestesia.
Siempre quería impresionarla y mostrarle que ella es mía. Con la edad empezaron a aparecer los problemas con la familia y el colegio.
Crecimos mucho más, igual que la barriga de mi mujer. A los veintidós años estabamos casados y teníamos un bebé por venir. Cada vez que la miraba se me llenaba el corazón de felicidad. Aunque sabía que por fin era mía, siempre tenía miedo. Tenía miedo de perderla, porque la quería tanto.
Nuestra hija crecía cada vez más. Se convertía en una adolecente obediente y muy hermosa. Mi familia era todo lo que habia soñado. Aunque estaba preocupado por el dinero, cuando me pasaba el tiempo con ellas, los problemas se congelaban. El tiempo se detenía, las preocupaciones se esfumaban y yo era feliz. Lo más importante en la vida es sentirte completo y feliz.
Estaba en el trabajo. Eran casi las cuatro de la tarde cuando recibí una llamada. ¡No, era imposible! ¿Mi mujer? ¿Mi princesa? ¿Nuestro ángel de la guarda? ¿Nos había abandonado? Estaba destrozado, no sabía si estaba molesto conmigo o con ella. ¿Pero cómo enfadarme con ella, la mujer que me ha hecho la vida hermosa, la que dio a luz a nuestra hija? Lloraba, esa fue la primera vez en mi vida que en realidad lloraba.
Y hoy estaba sentado en el mismo banco viejo. Se cumplían diez años desde que se había ido, y yo aún la amaba...Parecía que la amaba más. No puedo decir que no la había extrañado, porque mentiría, pero encontraba en mi hija todas las cosas más hermosas y buenas que ella tuvo, cosas que me hicieron enamorarme de ella. ¿Sabéis lo que me hacía tan feliz? Que durante treinta y cinco años que estuvimos casados yo siempre me enamoraba más de ella, como cuando era un adolecente.
Me pusé mas cómodo. Mi hija probablemente estaba en el trabajo. Estaba muy orgulloso de ella, casada y con un hijo. Sé que va a sobrevivir sin mí, que yo soy simplemente un viejito. Mi bola de cristal había caído cerca de un papel. Su lugar no era allá, pero ya no tenía fuerza para levantarlo. Cerré los ojos y empecé a relajarme. Y así me relajé para siempre.
Por fin la encontraba de nuevo después de diez años. ¿Pero si no voy a llegar al paraíso donde ella está? ¿Si había hecho algo malo, porque la extrañaba tanto? ¡Qué pensamientos tan tristes y oscuros!
No, esto no podía ser posible, porque en ese juego yo siempre fui el rey, porque desde siempre tuve a mi princesa. !Oh, Dios mio, que hermosa es! ¡Siempre tuvo esas alas de angel!