por Mihaela Culea, XI C
No sabía qué hacer. Había creído que era un sueño, pero había un dinosaurio en el rincón de mi dormitorio y no era un juguete de mi hermano, era real. Esperé unos minutos para ver si él quería hacer algo. Se movió un poco, pero sin hacer ningún ruido. Estaba demasiado asustada para levantarme e ir a su lado. Sin embargo, me parecía la única solución.
Me animé e hice unos pasos para acercarme a él. Así podía ver bien sus colores. Era verde y tenía unas pequeñas alas, así que cuando me acerqué lo suficiente, él se transformó en un dinosaurio pequeño y, usando sus alas, voló. Me parecía muy extraño, ya que sólo un dinosaurio mágico podía hacer algo así.
No fue un sueño. Sin embargo, todavía no puedo decirle a nadie qué sucedió porque no tengo ninguna prueba de que hubo un dinosaurio mágico en mi dormitorio y, es más, yo tampoco lo creería.