por Luca Daia, XIC
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí. Parecía que yo era el único que se había despertado. Todos estaban durmiendo. Me sentí muy asustado. Intenté despertar a una chica que me parecía familiar. Empecé a gritar en su oreja, bailé encima de ella, pero no pasó nada.
Exasperado, le pegué una bofetada, pero tampoco pasó nada. El dinosaurio seguía hablando con nosotros, pero creo que yo era el auditorio porque todos dormían. De repente, el dinosaurio empezó a gritar - un grito insoportable que despertó a todos. Todos estaban asustados, algunos gritaban, otros lloraban, otros reían. ¡¿?! No entendía nada.
Comenzamos a hablar entre nosotros para informarnos. Nadie conocía la causa de este horror. Cuando el dinosaurio se dio cuenta de que hablábamos empezó a correr y, con un bolígrafo en la mano, golpeaba a cualquiera que se movía. Cuando el bolígrafo llegó a mí, me di cuenta, tras un golpe doloroso, de lo que ocurría. Informé a todos mis compañeros y ellos se echaron a reír histéricamente. Aquello no era un dinosaurio. Era la profesora de economía, que nos había aburrido con su clase.