Messi festeja uno de sus goles en el Luzhniki. (Foto: Reuters)
Sobre la hierba artificial, eludiendo los respingos traviesos del balón, el Barça firmó en Moscú una primera parte estupenda. Los mejores 45 minutos desde hace bastante tiempo. Con un poderío que dejó asombrado al repleto Luzhiniki. Nada le importó recibir las mismas ocasiones de casi siempre, porque encontró el modo de transformar su primoroso toque en peligro. Llegaron ocasiones por doquier y dos goles de Messi. El pase a octavos es un hecho. Asimismo, el primer puesto del grupo, tras la derrota del Celtic en Lisbota. No se encerró el Spartak y quiso jugar de cara. El drama fue que enfrente tuvo a un Barça en plena forma, centradísimo en lo suyo. Apuraban sus opciones los chicos de Lukoil, colistas del grupo, porque ni les valía el empate. Se plantaron con orden y buscaron el modo de hacer pupa a Valdés. Desde la estrategia, con un córner mal rematado por Kallstrom, hasta las transiciones por sorpresa, aprovechando cualquier pérdida azulgrana.
Ese era el plan de Emery, tan nervioso como siempre en la banda, exigiendo concentración, alentando las carreras de Dmitri Kombarov por la izquierda, aplaudiendo las apariciones de Jurado en la mediapunta. Había que secar a un Barça con varios cambios con respecto al sábado. Mascherano en lugar de Puyol, Busquets por Song y Fábregas dando más opciones para la combinación de lo que hace Villa. Las novedades cumplieron con creces.
Demasiado perdón
Sobre todo Pedro, omnipresente con sus desmarques desde el el extremo derecho. Suya fue la primera ocasión ante Dykan, fabricada por el pase al espacio de Xavi. Un aperitivo del gol de Alves, de vuelta también al once para disgusto de Montoya. Dos fallos encadenados de las centrales fueron demasiado y el brasileño cruzó a la red, raso, con el exterior.
El primer golpe a la hinchada 'espartana'. Los rusos, como cualquiera, parecían embrujados con tanto pasecito. Para despertarse siempre les quedaba algún latigazo por sorpresa. El ya mencionado desde la esquina o un precioso contragolpe llevado por Emenike por la derecha. Suchy se había animado en el área, pero finalizó como lo que es, un central. El remate en este Spartak debía ser cosa del nigeriano, que tampoco tenía la noche.
Había anotado ya el 0-2 Messi, tras un rebote fabricado por Iniesta, cuando Emenike despilfarró la última gran ocasión local. Una gran salida desde atrás de Insaurralde más la carrera de Kombarov por la izquierda. Ante un Barça excelso, eso era perdonar demasiado. A la siguiente ratificó el pase a octavos La Pulga, agradecido por el pase de Pedro. Ya es el segundo máximo goleador de la historia de la Champions, con 56 goles, los mismos que Van Nistelrooy, a 15 del récord de Raúl.
A cinco de Müller
No hay imposibles para Leo y Tito Vilanova le mantiene en acción incluso en momentos donde la prudencia recomendaría lo contrario. No hizo cambios tras el técnico azulgrana y su equipo siguió en las mismas. Fábregas, tras las paredes de lujo con Iniesta, se quedó a un paso del 0-4. El empeño de Valdés era de distinta índole: mantener el cero en la portería. Algo le apretó el Spartak. No demasiado.
De hecho, los mayores agobios fueron para Dykan. Pudieron marcar Iniesta y tras la pifia de Makeev en un saque de banda, el propio Messi. Con seis partidos por delante en 2012, la gesta de Gerd Müller (85 tantos en un año natural) parece al alcance de la mano. He ahí la última frontera del genio.